El pantanal brasileño tiene los ojos de yacaré

Entramos  al río Paraguay en búsqueda de los depredadores más populares del trópico, los conocidos yacaré negros. Aquella noche se desfiguró sobre el agua una luz que nos marcó el recorrido. Era el fuego al otro lado del río.

El viejo bote continuó su ruta mientras el incendio se extendía frente a nosotros, sin asustar a los cercanos del lugar. Una voz ronca y entre cortada, nos dijo que están acostumbrados a ese calor, a esa combustión que a veces se confunde con sus atardeceres y el asfixiante calor de la zona.

Esa voz ronca era de Luis. Un brasileño que desde los 13 años guió a varios grupos hacia los ojos pantanosos; ni siquiera nos dejó preguntar cuando, por varios segundos, encendió y apagó la linterna entre sus manos.

 Era un llamado sin tanto esfuerzo, un sonido que le permitió simular el código que reúne a los yacaré …

Un particular ruido salió de su boca mientras nos acercó a la orilla. Era un llamado sin tanto esfuerzo, un sonido que le permitió simular el código que reúne a los yacaré en el Pantanal do Rio Negro en Mato Grosso do Sul, Brasil.

Aquí lo naturalistas se enganchan con historias de animales y paisajes salvajes en el misterioso y extenso Pantanal.

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¿Pero cómo llegamos esa noche al río del Pantanal? Tras varios kilómetros y luego de cruzar Puerto Quijarro en Bolivia, conocimos una ciudad brasileña llamada Corumbá. Uno de los pasos fronterizos para ingresar a ese famoso circuito natural brasileño.

Y cuando creímos que Brasil no nos dejaría pasar – un paro fronterizo nos dejó varias horas en migración- el país amazónico abrió su barracuda y entramos a la zona en un bus que nos dejó hasta la plaza céntrica de la ciudad. Ahí conocimos a un brasileño, amable hasta en su andar. Él nos recomendó algunas salidas para llegar hasta ese bote, almorzamos, pero esa es otra historia. Ese día con las mochilas en la espalda, alcanzamos el área turística que nos reunió con otros viajeros seducidos por los ojos nocturnos de ese ecosistema de vida silvestre.

En esa absoluta oscuridad, te quedas inmóvil, en silencio, cuando un: «No se muevan», o lo que entendimos de ese portuñol que aprendimos en Brasil, nos quedamos quietas. En un corto sonido burbujeante, algunas luces comenzaron a aparecer en el río, era casi el reflejo amarillo del estrellado cielo. Sobresalían como destellos, «no pueden ser sus ojos»…

La linterna vuelve alumbrarnos y nos deja ver esas luces como un camino de yacaré sobre el río. Eran más de diez, tal vez quince, estaban muy cerca del bote -sí, definitivamente son sus ojos-. Dimos la vuelta y navegamos unos minutos hasta quedarnos entre los arbustos.

[001383]Luis se extendió entre los árboles y regresó con algo entre sus manos. Era un pequeño yacaré que se inmovilizó al instante entre sus manos y rodillas. Aquellos ojos que muchos buscamos en ese misterioso pantanal; la mirada que puedes ver durante toda la carretera, pero que te deja parado cuando al fin lo tienes cerca.

Su raza aún sigue temiendo después de la caza ilegal, nos dijo Luis, aunque agregó que han cambiado las cosas. Existen más protecciones, pero al parecer los cazadores aún se aproximan en el área.

El yacaré seguía entre sus manos, era un pequeño con cuerpo blando que solo se dejó poner ahí, un poco más paralizado que nosotras. Luis lo devolvió a su pantano, donde seguramente crecerá y tendrá la altura que le permitirá su especie. Crecerá como un gran animal icono de la variada fauna de este Pantanal. Vivirá, o así esperamos.

¿De qué color son tus ojos yacaré?

Viaje al pantanal – Brasil (Agosto, 2012)

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Publicado por Sarah Carrozzini

Escribo y tomo fotos.

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