«É muito verde» exclamaban asombrados unos turistas brasileros, mientras caminaban por el Parque Nacional do Iguaçu (Foz do Iguaçu, Brasil). A cada paso se quedaban boquiabiertos por toda la flora a su camino. Este parque tiene una extensión de 185.265,5 ha, fue declarado área protegida en 1939 por decreto gubernamental y luego, en 1986, la Unesco le otorgó la categoría de Patrimonio Natural de la Humanidad. Es un verdadero paraíso.
Es en el sendero Trilha das Cataratas donde comienza el espectáculo. Desde el lado brasilero las cataratas se ven de manera panorámica, pues la mayoría de estas aguas eternas están en territorio argentino y además sirven de límite geográfico natural.
Con Iguazú es amor a primera vista. Desde la primera parada te quedas con la boca abierta…


Hay ciertas actividades, como rafting, que se pueden hacer pagando un valor adicional al de la entrada al parque; sin embargo, aún sin tomarlas (como hicimos nosotras) seguro se disfruta este lugar.
Cada tantos pasos hay algún mirador, donde aprovechamos para tomar las fotos respectivas y admirar el paisaje… Nosotras no podíamos resistir quedarnos un rato más, después de los clics y las sonrisas, para quedarnos enamorándonos de la fuerza del agua cayendo; pero seguimos, caminando a paso lento, aunque la tentación haya sido más grande con cada pisada.

Nuevos amigos
Desde un principio la información del parque advierte que en el recorrido se crearán nuevas amistades. Se trata de los coatíes.
El coatí es un mamífero que parece una mezcla de oso hormiguero con mapache y su hogar es esta reserva ecológica (a más de otros lugares de la selva brasilera y de América del Sur).
¡Pero cuidado! los coatíes salen de cualquier rincón para limpiar las sobras de comida que han dejado… Hasta en el basurero escarban por un bocado, sea solos o en manada. Esto, a pesar que es prohibido alimentarlos y tocarlos, porque son, a la final, animales salvajes y protegidos.
También acompaña el curso una que otra mariposa (o «borboleta» en portugués), que coquetea con los humanos.
La Garganta del Diablo
Después de 1.200 metros de caminata se llega al final de la ruta, a la «Garganta do Diabo», que significa Garganta del Diablo en español. Es un conjunto de cascadas que crean el mayor caudal de estas cataratas. Tiene al rededor de 80 metros de altura y su caída es tan fuerte que es inevitable mojarse en los miradores más cercanos.
Existen dos caminos para apreciar esta majestuosidad de la naturaleza. Uno superior y otro que está sobre el Río Iguazú.
Aunque también está este otro mirador intermedio… que para nosotras fue el lugar ideal para acostarnos por un rato a ver y escuchar el salto Unión, ubicado en el lado brasilero y que da inicio a la Garganta del Diablo:


Desde Brasil, para ver más de cerca la Garganta del Diablo, hay que tomar el sendero sobre el río Iguazú y dejarse mojar con la fuerza de su caída. Es un cosquilleo por toda la columna vertebral que te deja empapado de emociones. Y vale toda la pena.
Y luego también está el mirador superior, que es más «seco». Se llega por ascensor y es también el acceso a la salida.

Y así es como el eterno splash de todo lo que crea y separa el agua: la inmensidad y dos países, es algo que te hace decir…
«Definitivamente vuelvo».
Asombradas, maravilladas, felices…