Katiuska tiene como 30, creo… no recuerdo bien su edad, ni las ciudades por donde pasó…
Lo que sí recuerdo de nuestra conversación fueron esas experiencias que me hizo vivir, como si yo hubiera estado en la maleta, husmeando por el cierre mal cerrado…
En abril de este año decidió viajar por América del Sur. Renunció a su trabajo. Quería aprender permacultura y hacer voluntariado impartiendo clases de arte, lo que mejor sabe hacer. «Despertar un poco mi mente para crear algo» fue la consigna.
Con un presupuesto de $500 y una maleta, decidió cargarse de energías positivas, como ella describió, para ir de punto en punto sólo con sus pies y manos como transportación. A ratos caminaba, en otros «sacaba dedo». Y así fue por Perú, Bolivia, poco de Brasil y de regreso para Ecuador por unos tres meses, si no me equivoco.
Creo que Katiuska tiene muchas agallas por haberse montado, muchas veces sola, en camiones y dormir en dónde la noche acabe… y aún está viva, creo yo, gracias a esas energías positivas, que yo defino como buenas vibras.
Fue por algunos pueblos y ciudades de Perú. Buscó aprender de las comunidades y además dio clases de arte. Hubo muchos lugares que la dejaron impactada sea por los paisajes, sonidos, la naturaleza, la amabilidad de la gente y sus rostros.
Sin embargo, no todo fue sonrisas, especialmente cuando se encontró con un falso shamán.
En Bolivia experimentó con una planta que llaman San Pedro, que se parece a la Ayahuasca. Un grupo de 10 personas fue estafado por un europeo que decía haber aprendido los rituales de los indígenas bolivianos, pero el único portal que abrió fue el de la ida al hospital y otros malos sabores.
El preparado fue muy fuerte y muchos perdieron la conciencia y el poder sobre sí mismos. El falso shamán violó a una mujer que estaba totalmente ida. Katiuska la ayudó a que recupere la conciencia, luchando con el efecto del preparado que ella misma tenía. Finalmente, permaneció algunos días en centros de salud por indigestión estomacal. «No te confíes mucho» fue su consejo,»hay que tener cuidado con los cultos que se practican» fue la lección aprendida.
Después de tantos medicamentos comprados, se dió cuenta que había perdido su dinero y decidió regresar a Ecuador, otra vez a dedo, pues esta vez no le quedaba más… pero quedó con una tarea pendiente. Quiere regresar a Bolivia para denunciar el hecho y está investigando y escribiendo sobre las repercusiones de los rituales ancestrales cuando no son bien realizados.
Pero su regreso a Ecuador me pareció aún ser más largo que su salida. Sin dinero, con una salud debilidata, logró llegar de nuevo a Perú. En el Cusco, o algún lugar cercano, se encontró casualmente con un amigo ecuatoriano. Cuando se vieron, se sorprendieron y alegraron tanto que se abrazaron fuertemente. Ambos estaban, como decimos en Ecuador, chiros… con los bolsillos vacíos.
Ver a alguien que está en la misma situación, que es de tu país y que es tu amigo, es, básicamente, compartir alegremente la desdicha.
Que luego se convirtió en dicha. Aunque no haya sido todo risas y sonrisas todo el tiempo.
Muchas discusiones… cada uno quería hacer lo que cada uno quería. La suerte de los camioneros, esos que antes le paraban siempre a Katiuska, desapareció con su amigo al lado. No siempre tenían techo para dormir y se acurrucaban dónde podían…
Por el camino iban botando zapatos, libros, ropa y hasta su arte. Para ganar dinero vendía billeteras hechas con cartón. Masticaron hoja de coca para engañar al hambre. «Pasé tres días sin comer, sólo con coca», cuenta.
En algún momento llegaron a Lima, donde una amiga los acogió. Ella y su familia les dieron casa, comida y hasta dinero para regresarse a Ecuador. Después de todo esto Katiuska no duda en afirmar que «un viaje es lo máximo, es algo que te cambia la vida» que a pesar de todo, la volvería a vivir.
Y sí, fue un viaje cargado de energías positivas… siempre hubo alguien que les de la mano. Esto, cree ella, fue lo más grato que le pasó: gozar de la amabilidad de la gente.
Finalmente llegó a Ecuador y, con señas, explicó lo primero que hizo… se arrodilló, alzó los brazos, miró hacia arriba y besó el piso…
Es que después de tantos caminos pisados, llegar a la tierra de uno es como besar el cielo.
Mejor ser desconfiado a confiado, hay mucha gente buena pero así también hay muchos que quieren aprovecharse de los viajeros…
Katiuska es de couchsurfing, buen post