
Hay muchas formas de viajar sin viajar, creo yo… Creo que la que más practico es un tanto divagar con cosas tan simples (y tontas) como ‘cómo se componen las palabras y sus sonidos’ y ponerme a pronunciarlas como si recién aprendiera a leer.
Y también he re-descubierto que se pueda viajar sin viajar, volviendo a viajar a tu ciudad.
Como un turista, te disfrutas las grietas de la Numa Pompilio y te tomas una cerveza con la brisa del Guayas. Te emocionas con las 444 escaleras de Las Peñas y crees que es mucho el recorrido, cuando ya lo has hecho mil y una veces. Crees que los 2 o 3 kilómetros del Malecón son una eternidad y que el Morgan es LA fiesta.
Es que han vuelto ciertos suspiros por La Perla gracias a la visita de unos viajeros – de esos también te hacen viajar -. «Te gusta dónde vives?», me preguntó Adrienne, una estadounidense que decidió llamar ‘hogar’ a su bicicleta. Yo, sin pensarlo, le dije «¡Sí!», abriendo los ojos como cuando te sorprendes y asintiendo con la cabeza como las iguanas. «Eso es bueno», fue su sencilla respuesta.
Ni un minuto tomó esa corta conversación, pero fue largo el pensamiento. Creo que no podría vivir en otro lugar, le dije después… y pensé qué si viajo por el mundo igual regresaría a mi ciudad o al menos a mi país.
Lo primero a lo que regresaría sería a mi familia y sus estrepitosas carcajadas y segundo a la comida: a los bollos de desayuno, los patacones de compañía y encebollados que hidratan el chuchaqui.
Al calor también… sí, a ese sofocante calor húmedo también regresaría. Regresaría al zoológico de conductores y peatones bipolares de esta ciudad. A la rivalidad estúpida de fanáticos panzones y a la jaba de cerveza. A los circos que se montan en cada semáforo y a los vendedores callejeros, que todo lo tienen, hasta eso que sí necesitas. También al meado, los escupitajos y la basura que la Regeneración Urbana se ha ‘olvidado’ de limpiar. Y hasta a los choros regresaría, aunque con mucho cuidado…
Creo que lo más lindo de un viajero, no es sólo recorrer el mundo, conocer culturas, bañarse de colores; sino también estar enamorado de la ciudad que lo vió nacer y nunca estar cansado de siempre regresar. Tener un lugar al cual llamar hogar.
en la carretera, siempre recuerdas el lechugin que pasa por el rio sedimentoso del guayas 🙂
Asi no creo que nunca decida por voluntad propia dejar mi ciudad!!!! la AMO
Asi es!!! no creo que nunca decida por voluntad propia dejar mi ciudad!!!! la AMO